viernes, 23 de octubre de 2009

Chupala Macri

Y seguila chupando.

jueves, 8 de octubre de 2009

Esclavismo, siempre

Últimamente me puse a pensar a cerca de la similitud existente entre el Estado para cada país, y los padres para cada niño. Después de todo, el Estado es como un padre sobreprotector y limitante que impide a su hijos a salir de casa "por su propio bien". Éstos por su parte aceptan esta restricción ya que fueron educados para obedecer, no para cuestionar. De este modo pierden su capacidad para desenvolverse en el mundo exterior a tal punto en que les repele la idea de terminar con el encierro, e incluso pueden llegar a sentir un profundo temor a la libertad y se vuelven antisociales, indiferentes al sufrimiento de cualquier otro ser vivo más que sus amigos y familiares más inmediatos, y por supuesto, desconectados de la realidad ya que sus saberes y entenderes pasan primero por el prisma ideológico creado por sus padres (normalmente diestros conservadores) y por la bendita prensa mediática (por lo que también viven de acuerdo a los intereses empresariales). Los padres se vuelven propietarios, entes autoritarios que tienen como pertenencia a sus hijos, quienes dejan de poseerse a sí mismos, despojados de sus cuerpos y mentes; se vuelven esclavos de sus padres quienes a su vez son esclavos de sus propios padres. Así es como se forma una cadena de la esclavitud en la que nadie se pertenece a sí mismo y vive a merced de los intereses ajenos.

Pureza

A veces me gustaría volver a ese estado de pureza infantil en el que las ideas surgían de manera natural, y no porque me fuesen impuestas de alguna manera. A esa blancura desprovista de cualquier tipo de prejuicios culturales y malas costumbres. Me gustaría regresar a ese constante e inocente cuestionamiento de la vida. Al curioso “¿Por qué?”, no a la exaltación de la autoridad paternal y tampoco a las respuestas mal fundadas de mis maestros y familiares (mucho menos a los “Porque sí”). Desearía dejar atrás a ese mecanismo ideológico en el que prosperan las banderas y las etiquetas, que si bien parten de sentimientos puros y naturales, a veces se desvirtúan y acaban en cosas totalmente antinaturales. No tengo nada en contra de aquellos ideales que me mueven la vida, pero de vez en cuando me siento saturada por aquellas pasiones, y pienso “¡Dios, cuándo era niña todo era mucho más simple!”.

PS: Por eso adoro a los niños y a los animales. Aún no fueron arruinados por la cultura. Al menos no del todo.